El machomán

Siguiendo con la entrada (¿Qué nos queda?) que escribí sobre dos tendencias enfrentadas en el uso descentrado de la energía masculina, voy a tratar de aclarar un poco lo que entiendo por “machomán”. En la próxima entrada hablaré del “gueylor”.

El extremo que más hombres atrae es el del “masculino de la superficialidad”, el que llamo machomán. Los machomán son personas que derivan en la superficialidad por una falta absoluta de trabajo interno, falta de criterio personal, aunque sea mínimo, y que por tanto son arrastrados por las influencias externas, que a veces son casi agresiones contra sus identidades.

El hombre machomán es el que se deja arrastrar por los medios de comunicación, por las propuestas del ocio por el ocio, por el consumo imparable, … que a su vez provocan sentimientos de confrontación, envidia, e incluso violencia: soy de este equipo/partido/lugar frente a aquel otro, juego a este deporte frente a aquel otro, consumo un tipo de deporte/ocio/cine frente a otro, puedo comprar más que tú, o que aquel…

Las personas que siguen este modelo son pasto de la agresividad, de la violencia incluso agrediendo sus propios cuerpos, haciéndose daño a sí mismos en una clara llamada de su identidad por ser atendida. Éste es el resultado de unir la superficialidad con una buena carga de energía masculina (yang).

Porque es incluso llamativo el poder decir que entre los machomán se encuentran mujeres, sí, sí: existe la “mujer machomán”, que ha sido arrastrada por su energía yang a una masculinización sin coherencia con su ser.

Todo puede ser un aprendizaje vital para cada persona, no digo que esté mal ser un “machomán” si eso es lo que tu ser desea experimentar. Pero sí es un error no escuchar a tu ser interno, que a veces te grita que no eres feliz, que tu vida no está ahí donde la desarrollas. Muchos son los machomanes que ya no disfrutan de un partido de futbol como lo hacían antes, o que no les gusta tanto comprarse la última tecnología cuando ya tienen en casa un montón de cacharros que ni tienen tiempo para usar. Ahí se siente que algo falla.

La persona que usa así la energía yang suele tener cerca relaciones, especialmente las de pareja, y también otras relaciones cercanas, que no son precisamente sanas: la pareja del machomán es álguien que le refuerza en su superficialidad, ya sea porque le posibilita estar enfrentado: el hombre vive pegado al futbol (o algo equivalente), y la mujer vive pegada a los arreglos estéticos (o algo equivalente) mientras que sus momentos juntos suelen ser de pelea y enfrentamiento casi constante, no coinciden ni a qué tienda o restaurante pueden ir juntos a consumir. Son esas relaciones las que les permiten vivir en una constante pelea por conseguir ganar al otro, en lo que sea.

También se dan las relaciones de “apoyo al machomán” en plan víctima, es decir, convivo con esta pareja que no me aporta nada, pero tampoco me molesta, ni me motiva a cambiar nada, … Para un victimario siempre hay una víctima.

Y este tipo de relaciones se expanden aunque sea con menor intensidad a los amigos y a los compañeros de trabajo con los que se pasa tanto tiempo: siempre hay alguien que alienta y/o permite tu superficialidad con la suya propia.

Este planteamiento se produce porque el machomán (hombre o mujer) no se escucha, no se detiene a sentir y pensar lo que realmente quiere para su vida y deriva en una vida que ni siente ni piensa: deja que otros interesados sientan y piensen por él/ella.

Creo que esto tiene graves consecuencias a todos los niveles: desde el físico, donde nos encontramos tantas “nuevas” dolencias como cansancios crónicos, células que se vuelven contra uno mismo (cancerígenas), ….  pero la manifestación física de enfermedad no refleja más que una verdadera enfermedad emocional: el machomán no escucha lo que siente, sus emociones son permanentemente relegadas; es una verdadera enfermedad mental: el machomán sólo usa la cabeza para mantener su estado, sus enfrentamientos y sus oposiciones proyectando energía mental que “nos trae a todos de cabeza”, pero sobre todo es una enfermedad espiritual, pues el machomán está totalmente (o en vías de estarlo) desconectado de su ser interior y sobre todo de su ser superior.

Y repito que puede ser que la vida de un machomán no esté equivocada, tal vez tenga que ser así para tener una experiencia de aprendizaje, puede ser. Pero cada vez me encuentro más machomanes que no están a gusto con su vida, que no son felices, que no tienen ni pizca de serenidad, y eso para mí es síntoma claro de que no viven acordes con su esencia. Ojalá que cada machomán se empiece a cuestionar, y deseo estar disponible para ayudar a despertar de la ilusión a quien esté cerca de mí.

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