Entender la menstruación

Si le preguntas a cualquiera de tus amigas o te paras tú misma a recordar cómo viviste tu primera menstruación, es probable que la mayoría de las respuestas vengan acompañadas de comentarios a la poca comunicación que hubo con la madre, la falta de explicaciones, el secretismo que rodeó a este acontecimiento, u otras tantas maneras no muy positivas de vivir la entrada en esta experiencia única en la vida de una mujer.  

Así vivimos muchas de nosotras aquella primera menstruación. Después seguimos pasando por esta fase de cada mes más o menos condicionadas por los dictados de nuestra cultura, nuestra familia, nuestro entorno, la televisión o los medios de comunicación en general. Y en nuestra cultura existe un doble discurso para la menstruación de la mujer: biológicamente no hay nada malo en que las mujeres sangremos, pero por otro lado resulta que sangrar puede ser incómodo, doloroso, problemático, sucio… así que según las directrices sociales lo mejor es ocultarlo, disimular y seguir haciendo nuestra vida como si nada pasara o al menos intentarlo.

En nuestro cuerpo, alrededor de una vez por mes, un óvulo abandona uno de los ovarios, lo que se conoce como ovulación, y se desplaza a través de una de las trompas de Falopio hacia el útero. En los días previos a la ovulación, el estrógeno estimula al útero para que se recubra con sangre y tejidos adicionales, de modo que sus paredes se vuelven más gruesas y acolchadas. De esta manera, el útero se prepara para un embarazo. Si el óvulo no es fertilizado, el útero elimina el tejido adicional que recubre su interior (endometrio). La sangre, el tejido y el óvulo sin fertilizar abandonan el útero y atraviesan la vagina para ser eliminados del cuerpo. En esto consiste el periodo menstrual, fisiológicamente hablando y de modo resumido.

Pero, ¿qué sucede a otros niveles? ¿Cómo se comportan energéticamente los órganos femeninos cuando menstruamos?

Retrocedamos primero muchas lunas… Las mujeres han sido desde tiempos inmemoriales las sustentadoras del hogar, y eso implicaba varias funciones, las que correspondían de manera natural con su energía yin. Mientras el hombre se encargaba de rastrear las piezas de caza y de implementar con sus manos los instrumentos para que la vida en la tribu fuera más cómoda eran las mujeres las que se encargaban de vigilar que no se apagara el fuego (era difícil de encender y un misterio sagrado), que se mantuviera la vivienda acondicionada así como de cuidar a los niños mientras los hombres estaban fuera cazando.

Que nadie se escandalice si escribo que las mujeres somos buenas “limpiadoras”, ya que esta cualidad está en la naturaleza de la esencia yin. Esto va mucho más allá de los chistes fáciles y la imposición social de que tengamos que ser nosotras las que nos ocupemos de todas las tareas de la casa, etc., etc. No entro en ese discurso donde la coherencia es la respuesta, quien tenga oídos que oiga. Durante la menstruación nuestros órganos actúan como sistema de drenaje energético, nuestro y de las personas con las que tenemos enlaces energéticos (emocionales y mentales). Los ovarios de la mujer se comportan como órganos con conexión de tipo empático. El ovario identifica la “familia” que debe ser purgada cada mes lunar. Y cada mes lunar se procede a la renovación del hogar, a limpiarlo de malas influencias internas y externas para mantenerlo con la mayor armonía posible.

La familia habitualmente se componía de la madre, el padre y los hijos/as. Entre ellos se crean enlaces etéricos (energéticos) que se enganchan a los ovarios. Esos enlaces actúan como tubos que canalizan las energías nocivas o “sucias” para el entorno familiar: emociones, pensamientos, actitudes y masas de energía mal calificada de los miembros de la familia y del propio espacio físico donde se realiza la vida cotidiana. De este modo, cuando el endometrio se libera y se produce el sangrado físico, toda la energía emocional, mental y ambiental es liberada desde el ovario hacia las paredes del útero y de ahí al endometrio, que la expulsa vía vaginal. Mientras esto sucede el útero, sin ser esta su función pero como consecuencia de ello, amplifica las emociones, pensamientos y en general, cualquier masa de energía que por esta vía sea canalizada y expulsada, y esto lo hace con una intensidad proporcional a:

1) La potencia y cantidad de la energía que drena.
2) La capacidad de resonancia del órgano en sí.
3) La resistencia interna consciente o inconsciente que oponga la mujer al proceso de la menstruación por diversos motivos: miedos internos, miedo al dolor, vergüenza por el sangrado, falta de aceptación de su condición femenina, tensiones mentales, emocionales, físicas, espirituales y un largo etc.

En algunas culturas se decía que la mujer que estaba con el período no debía cocinar con agua ni con fuego. La razón es que el agua tiene memoria, como demostró Masaru Emoto, capta ideas y emociones y las registra puntualmente. Una mujer que cocinara con agua transferiría sin querer parte de la “basura energética” a la comida familiar. Además, el fuego considerado sagrado, del cual la esposa era la guardiana, es un elemento “arrasador”de naturaleza yang o masculina, que no casaba con la energía que se despliega durante el proceso menstrual. En otras culturas las mujeres se apartaban durante estos días; en ciertas tribus de América se iban a las “tiendas rojas”, en otras al “templo de la luna”, sabían que era tiempo de recogimiento, de descanso y de purificación.  La sangre endometrial, considerada sagrada por ser portadora de vida, era ofrecida a la Tierra, la Gran Madre, que  absorbería y transmutaría todo ese bagaje de energía de sus “hijos”.

En la antigüedad era común que una mujer que iniciaba la edad fértil fuera “casada” con un hombre y empezaran una vida aparte, pero en la actualidad las personas tardan mucho en abandonar la casa familiar, con lo que si hay hijas en un matrimonio, una vez comienzan a menstruar, “limpian” junto con la madre a aquellas personas que consciente o inconscientemente consideren del núcleo familiar. Eso hace que muchas veces otros varones o incluso mujeres de la familia, dependiendo de la relación más o menos estrecha que tengan con las jóvenes, coloquen sus enlaces étericos y transfieran su “basura interna” a las chicas, que la eliminarían puntualmente en cada periodo.

En ocasiones los hombres de una familia reparten sus enlaces etéricos de forma inconsciente sobre las diferentes mujeres de la familia. Por ejemplo, un hermano puede desarrollar un sentimiento de amistad o camaradería con una hermana y llegando a la adolescencia transferir el 60% de su “basura” emocional y mental a la hermana, mientras que su madre ha visto rebajado el drenaje de la “basura psicoemocional” del hijo en un 40%. Por poner otro ejemplo, sucede a veces que el padre, si tiene hijas, deriva sus enlaces etéricos en una o varias de ellas para que drenen su “basura energética” cuando su esposa entra en la menopausia. Pero es importante saber que esto no es algo consciente, se da por mecanismos subconscientes. Tampoco es algo malvado, forma parte de la lógica del Todo. Estamos interconectados, todos dependemos del entorno en el que vivimos. 

El útero actúa como caja de resonancia fundamentalmente de las energías emocionales. Las mujeres, gracias a su fisiología, perciben las emociones normalmente de una forma más intensa que los hombres, con lo que les resulta más complicado dominarlas. Las hormonas les hacen percibir el mundo emocional de una forma mucho más potente. Esto, sumado a su “caja de resonancia” uterina, puede convertirnos a las mujeres en unas encantadoras magas o bien en unas terribles brujas, todo depende de como se vivan las situaciones cotidianas, del equilibrio psico-emocional, del sistema hormonal de cada mujer, de la potencia de la caja de resonancia que es el útero y de la capacidad de aceptación de poseer un organismo tan complejo.

Muchas mujeres en la antigüedad y no tan lejanamente en nuestros días, consciente o inconscientemente, conocen el poder amplificador de este órgano para conseguir hacer realidad sus deseos direccionando su voluntad a través del útero enviando las emociones que intuyen pueden doblegar la voluntad de otras personas. Esta práctica es pura manipulación y está dentro de una filosofía de vida disarmónica (por tanto mal direccionada) nada recomendable, a pesar de que en la actualidad hay ciertas escuelas y seminarios dentro de la vía esotérica donde se enseña a la mujer a “recuperar su poder”. No se trata de recuperar poder por poder, eso tan solo equipararía la energía lunar yin a la disarmonía que la energía solar yang ha ejercido en los últimos 12.000 años. No se pretende ahondar en la separación que alimenta el ego, sino aprender a aunar las dos tendencias en la búsqueda de la armonía de las dos energías, teniendo en cuenta que ya seamos hombres o mujeres, en nosotros existe un yin y un yang que solo si aprendemos a amar y a equilibrar podremos comprender y así vivir en sano equilibrio.

En la segunda parte de este artículo hablaré sobre cómo cuidarnos durante el ciclo menstrual y cómo vivirlo positivamente y con conciencia, por nosotras, por nuestras parejas y nuestra familia.


CONTINUACIÓN EN LA ENTRADA: Vivir la menstruación.



2 comentarios:

  1. Estimulante y con gran poder renovador Nuria

    También la menstruación hay que compartirla para entenderla ..y saber hacerla "gozar" a la hija qUE, como sabrás, es el regalo que me dio el Universo

    Gracias compañera de "derrotas" y victorias

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    1. Gracias Jorge. Ojalá puedas gozar junto con tu hija esa vivencia sana y sagrada de los ciclos femeninos. Es importante y bonito que hombres y mujeres comprendamos juntos nuestros ritmos y energías. Un abrazo

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