La fertilidad como metáfora

A continuación os transcribo unos preciosos párrafos del libro "Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer", escrito por la Dra. Christiane Northrup. Son otra perla para el despertar de nuestra conciencia.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

El aumento de la población de la Tierra se está produciendo a un ritmo que supera el de nuestros medios para sustentarla. Los seres humanos hemos sido muy listos al producir más y más alimento con menos y menos cantidad de tierra. La Unión de Científicos Preocupados escribe: «Nuestra especie sencillamente no puede sobrevivir al acelerado crecimiento demográfico, al irresponsable despilfarro de los recursos de la Tierra y la continua destrucción de nuestro medio ambiente».

Llega a su fin la época de productividad ilimitada sin reponer. Como mujeres tenemos el deber de utilizar nuestra creatividad innata, nuestro poder femenino, para regenerar nuestro planeta y también para producir la siguiente generación. Ya no podemos tener un bebé tras otro sin pensar en las consecuencias. Muchas ya no toleramos usar pañales desechables por lo que sabemos que causan en los vertederos de basura de nuestro planeta; pero también hemos de considerar el hecho de que un niño corriente de Estados Unidos usa cincuenta veces más recursos que un niño nacido en el Tercer Mundo. Pocos temas son tan polémicos como el crecimiento demográfico, y no es mi intención entrar en ese debate aquí.  

EL NIÑO INTERIOR: nuestro centro

Se ha hablado en este blog de lo masculino y sobre todo de lo femenino, de la eterna polaridad que se manifiesta constantemente en este mundo material.
 
Todo es dual en este plano de existencia, todo tiene su contrario: luz y oscuridad, masculino y femenino, yin y yang… Y así como la montaña no puede ser a la vez valle ni el valle puede ser a la vez montaña los ojos del ser humano tienden a separar sumergiéndose en este mundo donde lo real según dicen los “despiertos”, no es sino una ilusión de nuestros sentidos.
 
Pero entre los polos aparentemente opuestos siempre hay un punto central, un fiel que equilibra la balanza, ese fiel es el factor equilibrante.
 
Un yin, un yang y un centro que los une y equilibra.
 
Dicen que en el lado izquierdo del cuerpo se manifiesta lo femenino (regido por el hemisferio cerebral derecho: el creativo, el intuitivo, el artístico, el emocional) y que en el derecho se manifiesta lo masculino (regido por el hemisferio izquierdo: el analítico, el lógico, el matemático, el racional).
Y en el centro del Ser se encuentra ese lugar, esa añoranza de la inocencia, esa luz inmaculada que nos inunda de paz cuando contemplamos la sonrisa sincera, la perfección de un día soleado o simplemente el estar a gusto con nosotros mismos.
 
El centro del Ser se ilumina con la presencia de nuestro niño interior, el centro de la balanza es por tanto la inconmensurable belleza de aquella inocencia primordial que aglutina en sí mismo los contrarios y los potencia englobándolos en el Gran Misterio con envoltura de bebé.