Niño, no llores que eso es cosa de niñas

Hay tanta energía enrevesada detrás de esta frase… y se lleva usando tanto tiempo… Me he dado cuenta de repente.
Resulta que esta frase la he oído un montón de veces, todos la habremos oído. Pero ahora me hago consciente de la carga que hay detrás de ella.

En primer lugar y desde un punto de vista de crianza ya da mucho para reflexionar, pues es un bofetón energético en buena parte del cuerpo sutil del niño: incide en su poder personal (chakra 3), en su capacidad de expresión (chakra 5)  y por supuesto en sus sentimientos (chakra 4) con el agravante de que quien dice esto es una persona de confianza y querida por el niño que constriñe su cuerpo energético aún en formación.

Como consecuencia, tenemos un niño bloqueado en su desarrollo y en su emocionalidad … todo por intentar que “se haga duro” y sepa afrontar la vida que tenga en adelante. Parece que si no lloras y te haces duro, vas a tener más éxito en la vida y ser más feliz. Vaya, que la idea, de fondo, sería: “bloquea tu emoción, bloquea el dolor de la herida, no sientas y así no sufrirás”.
Si vamos un poco más allá, veremos cómo por otro lado se promueve en la polarización, la distinción, la separación (lo contrario de lo divino) entre el niño y la niña, entre lo masculino y lo femenino, dando a entender que lo femenino es lo débil… porque llora. No hay mucho que añadir sobre éste tema, ya conocemos cómo se ha usado la energía masculina para subyugar a la femenina. Pues éste es otro ejemplo activo en nosotros desde bien pequeños.

Pero también me doy cuenta de que hay algo más detrás de la frasecita y esto es lo que me ha impactado. Resulta que se nos dice de niños (y decimos a nuestros niños) que no le hagamos caso a las heridas, ni aunque vayas con las tripas colgando, que no te detengas en lamentos. En esas primeras tres palabras: “niño, no llores” hay una limitación clara de la masculinidad, pues es al niño al que se le promueve que no mire sus heridas, cuando resulta que es gracias a las heridas del camino que vamos encontrando nuestra vida interior, nuestro oro interno, nuestro brillo auténtico.

Todo crecimiento conlleva una herida, una ruptura con lo anterior… herida que deja huella y que nos ha de servir para trabajar nuestro conocimiento interno. Ocultar la herida y los sentimientos que provoca nos cierra la posibilidad de crecer… Y no digo con esto que haya que ir a buscar heridas, no hace falta ser un héroe de nada. Sólo con crecer con una cierta conciencia, vas a resultar herido, tendrás que hacer renuncias para conseguir avances, el niño soltará a su padre y a su madre para generar nuevos proyectos y vida… y esa superación dejará cierto dolor, que a su vez nos llevará a nuevos conocimientos y conciencia.

La frasecita del título nos ha estado coartando nuestro descubrimiento interno a base de separarnos de lo femenino (externo e interno), de limitar nuestro poder personal, de cerrar nuestra capacidad de expresión, y sobre todo de cerrar nuestro corazón a los sentimientos. Cómo no vamos los hombres a tener dificultades emocionales, si se nos ha educado para evitar las  dificultades, para no expresarlas y ni siquiera mirar nuestras propias heridas.

Hay que reconocer que hay nuevos intentos de trabajar lo emocional en lo masculino, de hecho este trabajo comienza en reconocer dónde hemos sido heridos y en darnos cuenta como padres y educadores de la influencia que tenemos en nuestros niños, y tratar de evitar en lo posible la dureza de ciertas palabras. La consciencia nos abre nuevas vías de desarrollo, y eso es esperanzador.


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